Fuera de toda norma, algunos representantes de sindicatos de la construcción se lanzan a conquistar espacios mediante la intimidación.
La violencia sindical asoma los dientes en Caracas
Cuántos son, no se sabe. Apenas ahora el municipio emprende labores de inventario. Parecen grafitis sencillos, de trazos torpes, cosas políticas, caprichos de alguien con un spray a mano. Pero no: es la marca del territorio, el aviso de llegué primero y aquí mando yo, y me llamo "el Gordo", me llamo "el Gocho" y también "Yhonny Maíz".
En lo que va de año se han multiplicado en Chacao. En cada casa o edificio que luzca desocupado, en cada terreno en el que alguna obra esté en camino, la avanzada "sindical" ya se reservó el derecho a mandar. Y entre representantes -legítimos o no- de la Unión Bolivariana de Trabajadores, UBT, y del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria de la Construcción, Sutic; intentan forzar la repartición de un atractivo botín: el de los puestos de trabajo. Y a veces algo más.
Si bien Altamira, La Castellana y Los Palos Grandes parecen ir a la cabeza en cuanto a lugares "marcados", el problema no es exclusivo del municipio: Baruta y El Hatillo también comienzan a lucir paredes pintadas con las siglas de estas organizaciones obreras y el asunto no es como para tomárselo a la ligera: la violencia sindical que tanta sangre cobra en el resto del país está tocando la puerta en Caracas.
El mecanismo es simple: los "descubridores" dejan sus pintas en los muros exteriores de la edificación o la obra y asumen que para arrancar los trabajos deben negociar con ellos la contratación del personal amparados en -y abusando de- un acuerdo que señala que el empresario de la construcción designa 25% del personal y el restante 75% lo proporciona el sindicato que resulte seleccionado por los mismos obreros.
A partir de ahí, se abren varios caminos: que el constructor acepte la imposición, que los trabajadores acepten que serán representados por ese sindicato, que ni el constructor ni los trabajadores acepten, que aparezcan otros líderes sindicales y se disputen la representación por la vía electoral o a la fuerza, o que de entrada lo que pretendan estos "descubridores" sea extorsionar al constructor.
Marco Tulio Díaz, presidente de la Federación Unitaria de Trabajadores de la Construcción, Afines y Conexos (Funtbac) y también de la UBT, no esquiva el bulto y reconoce el mal que aqueja a su gremio: "El movimiento sindical venezolano en la construcción siempre se ha caracterizado como violento. Pero los líderes tenemos la responsabilidad de guiar a los cuadros dentro de la disciplina y el respeto y estamos haciendo todos los esfuerzos posibles para avanzar hacia la paz". De la Funtbac, asegura, ha habido gente expulsada por estas prácticas delictivas.
También advierte que no todo es lo que parece, que hay que diferenciar la actividad sindical verdadera de las desviaciones irregulares de recién llegados o de usurpadores: "Personas que apertrechados en las armas, el matraqueo y las amenazas se apoderan de espacios que legalmente no les corresponden".
Y eso no es todo: "En Venezuela están operando grupos paramilitares que se están vinculando al sector sindical y hay bandas organizadas que operan, incluso desde las cárceles y contratan sicarios para eliminar a la verdadera dirigencia sindical y crear el caos".
Tratando juntos William Lizardo, secretario tesorero de la Federación de Trabajadores de la Industria de la Construcción, Madera, Conexos y Similares de Venezuela; Fetraconstrucción, advierte que "más allá de la violación al derecho que tienen los trabajadores a escoger al sindicato que los represente, sabemos que ha habido casos de simples mejoras a viviendas en los que algunos de estos sindicaleros amenazan a los propietarios para que les paguen, un vulgar chantaje. Y a otros niveles, en construcciones importantes también se da la misma situación".
Luis Rodríguez Mayz, secretario general de Fetraconstrucción, censura la práctica del marcaje: "No puede ser que llegue cualquiera y diga esto es mío'. Gente de organizaciones progobierno como UBT, Sinasoica y FTP se han dedicado a marcar cualquier sitio de posible trabajo. Estamos en desacuerdo con ese tipo de prácticas. Y casi todas las empresas de la construcción conocen a los sindicatos serios del país y nos llaman".
Las organizaciones consideradas serias por Rodríguez Mayz serían las afiliadas a las cuatro grandes federaciones firmantes de la contratación colectiva del sector, cuya discusión está en curso actualmente: Fenacts, Funtbcac, Fetraconstrucción y Fetramaquipes. Las dos primeras, afines a la "revolución" y las últimas, autoidentificadas como "pluralistas", un interesante concepto que, se supone, abre el abanico a todas las tendencias.
"Fenacts y Funtbcac sí tienen representatividad", explica Rodríguez Mayz, "aunque hay algunos sindicatos de ellos que no la tienen".
A Fetraconstrucción pertenecen casi todos los llamados Sutic -Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción- que operan en cada región del país. Pero por "pluralistas" que sean, no escapan de incurrir en malas mañas: Sutic también aparece en las paredes.
"Algunos Sutic nuestros han tenido que valerse también de las pintas", reconoce Rodríguez Mayz: "Pero estamos trabajando para buscar la unidad del movimiento sindical y acabar con esas pintas que están trayendo desgracias".
Y no exagera cuando habla de desgracias. Hasta 2007 se registraban alrededor de 44 personas asesinadas vinculadas a sindicatos de la construcción. La estadística es imprecisa y apenas cubre, de acuerdo a Marco Tulio Díaz, el escaso lapso que tuvo vigencia una suerte de "mesa sindical" organizada durante el paso de Pedro Carreño por el Ministerio del Interior y Justicia para encontrar la forma de frenar la violencia.
"Al cambiar el ministro no se le dio continuidad al programa", lamentó el presidente de la UBT, quien estima que al menos 10 dirigentes del sector han sido asesinados desde entonces, "y adicionalmente otros que no se vinculan realmente a sindicatos pero que cargan carnets irregulares de los que se apropiaron y terminan matándose por conflictos personales. Tenemos que ser claros aquí, una cosa es un dirigente sindical reconocido y otra son esos que vienen de otros lados".
Los que saben dicen que este mal se gestó en Bolívar. "Ahí existe la mayor concentración de trabajadores del sector", explica Ricardo Uzcátegui, de la Cámara Venezolana de la Construcción. "Hasta 1999 había dos federaciones sindicales. Pero eso cambió y ahora en cada estado hay al menos tres sindicatos".
Esa libertad para crear nuevas asociaciones de obreros trajo bien y trajo mal: se "democratizó" el derecho del trabajador, pero la relación laboral se hizo más compleja. Y surgió lo que el presidente de UBT llama "libertinaje sindical". Se calculan 300 sindicatos y semejante crecimiento empuja a reeditar la ley de la selva: conquistar espacios. "Pelean unos con otros", apunta Uzcátegui, "Hay obras donde se desplazan entre ellos con métodos coercitivos y se presentan individuos acompañados de bandas armadas. Es un problema de orden público en toda Venezuela".
Las federaciones y las organizaciones regionales intentan llegar a acuerdos. Para empezar, discuten juntos el contrato colectivo del sector. Y en algunos estados -Zulia, Carabobo, Guárico- durante los últimos dos años se han sentado a resolver conflictos de manera civilizada y con actas de por medio refrendadas ante autoridades locales y del Ministerio del Trabajo.
En esencia, el pacto consiste en respetar las decisiones de los trabajadores en cuanto a representatividad y en participar juntos y de manera proporcional en las obras más grandes.
Tanto la Funtbac como Fetraconstrucción han planteado de manera reiterada a los ministerios del Trabajo y del Interior que se active nuevamente la sala situacional para evaluar los casos de violencia y extorsión. Pero, de momento, no obtienen respuesta positiva. "Estamos actuando, pero solos no podemos", advierte Díaz: "Necesitamos que los entes del Gobierno y los organismos de seguridad hagan su trabajo".
Ya en noviembre de 2006 Caracas tuvo una muestra de lo que puede desatarse muy pronto: seis obreros heridos a balazos en la Zona Rental de Plaza Venezuela en un encontronazo entre Sutic y el Frente Popular de Trabajadores. En Chacao aún no ha habido sangre, pero es territorio marcado.
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