Café con Música
En 1786, en el lugar de la una vez solariega propiedad de don Pedro Blandain o Blandín, hombre ilustre de la Venezuela colonial, llegado a Caracas en 1740 con el propósito de abrir una farmacia, se tomó la primera taza de café cultivado en el Valle de Caracas. Dicha hacienda estaba localizada en Chacao. Y le acompañaron en esta empresa de introducir los pequeños arbustos cafetaleros provenientes de las Antillas francesas otros potentados criollos, entre ellos los presbíteros José Antonio Mohedano, cura de Chacao, y Pedro Ramón Palacios y Sojo y Gil de Arratia, mejor conocido como el Padre Sojo. En las tres haciendas, Blandín, San Felipe y La Floresta se celebró el gran acontecimiento de tomar la primera taza de café en el valle de Caracas un día a finales del año 1786. toda la sociedad caraqueña de ese entonces acudió a esta fiesta campestre con sus mejores galas. El escritor y cronista Arístides Rojas, en su libro Leyendas históricas de Venezuela, escrito entre 1891 y 1892, cuenta que la música jugó un papel sobresaliente, pues hubo baile por muchas horas, y música de cámara y canto.
Música entre los cafetos
Años después, el coronel William Duane en su crónica Viaje a la Gran Colombia, de 1822, se refiere al esplédido salón de la hacienda Blandín, donde encontró con sorpresa una excelente arpa francesa de elegante diseño para tocar piezas de Mozart, que era tocada por el dueño de la casa, el señor Bartolomé Blandín. Igual impresión se llevó otro viajero extranjero, el oficial Richard Bache, cuando, degustando una taza del café cultivado en la misma hacienda, fueron las damas de la familia Blandín, María de Jesús y Manuela, quienes con exquisito buen gusto tocaron y cantaron las más famosas melodías italianas y francesas.
José Antonio Díaz, en su obra escrita en 1858, El agricultor venezolano, menciona la estrecha relación entre el café y la música en los valles de Caracas. Fue el Padre Sojo, quien en su Oratorio de San Felipe Neri, a fines del siglo XVIII, creó el movimiento musical académico conocido como la Escuela de Chacao. Incluso el Obispo Mariano Martí, en 1779, eleva un reclamo al Rey de España por estas actividades del prelado y sus amigos músicos.
En un manuscrito que recogió los recuerdos de Bartolomé Blandín, fallecido en 1835 a sus noventa años de edad, José Antonio Calcaño, en su libro La ciudad y su Música en pleno siglo XX, también se ocupa de esta relación, recogiendo los pormenores de este hecho histórico que recorrió generación tras generación el colectivo de esta ciudad.
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